Infidelidad en el Goldgym

La imagino en el gimnasio:
— Buenas tardes, Hernán.
— Buenas, Lorena. Sí quieres empezamos el calentamiento y luego pasamos a lo principal.
— Claro. Voy a cambiarme la ropa en el baño de mujeres.
—Te espero, preciosa.
En el baño pensaba para sí:
—Me excita ese instructor rubio y yo a él. ¿Cómo será tenerlo desnudo frente a mí?
Pues sabrosísimo.
Qué bueno pasearme con él de la mano, producirle envidia a las niñas del barrio, mostrarles el tipo de rechupete que me conseguí:
Bueno, señor instructor... aquí vamos, tócame, enséñame con tus fuertes brazos a levantar las pesas, que luego me levantarás a mí, desnuda.

Después de agarrar a Lorena por detrás, de indicarle cómo parase para aumentar la resistencia y para evitar un desgarre, hubo coqueteos de parte y parte, miraditas, frases con doble sentido, que la boca mentirosa de Viviana respondía adecuadamente, siguiendo el jueguito, el galanteo vulgar.
— ¿Tienes novio?
— No, Hernán, ¿por qué?
— Porque haríamos una pareja increíble. Mira lo hermosos que nos refleja el espejo.
— Sí, resulta que es verdad. ¡Qué par de individuos tan atractivos!
— ¿Qué hacer con tanta belleza?
— ¿Qué se te ocurre Hernán?
— Para simplificarlo... ¿Hablamos al respecto?
— No, con un beso basta.
Se acercaron sin dudarlo dos segundos. Se atragantaron con sus lenguas de farsantes con experiencia.
Al separarse se miraron fingiendo ternura, pero había lujuria:
—Ve a ducharte, te invito a beber algo para hidratarte.
— No hasta que repitas la dosis.
— Con mucho gusto—Y se atragantaron otra vez.
En la ducha pensaba en su próximo ex novio, Pablo. ¿Cómo se lo diré? Veamos…
— Pablo, me hastié de ti, de tu pesimismo disfrazado de inteligencia, del alcohol, del eterno conformista. No mereces una mujer como yo.
Vete a que te dé por el culo el marrano azul....

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