Medellín, la tacita de plata, "si, seguro, no me crea turista"




No vengas al centro de la ciudad, evita sus calles fatigantes donde tropezarás con el fétido gentío; aquí te empujarán hasta el hastío. Si inevitablemente debes ir al centro de Medellín, entonces, ten cuidado con el  tráfico vehicular a la hora de  la calle atravesar; permanece alerta, siempre atento al color de los semáforos; rojo para caminar, amarrillo para prepararse y verde para las piernas estirar, pero no te confíes de eso… un color no va a impedir que un conductor imprudente te atropelle…
En la ciudad congestionada usa tu destreza, esquiva a los transeúntes, realiza tus diligencias lo más rápido posible para pronto a casa regresar y con gente sudorosa y peligrosa no rozarse más.
Los imbéciles sonríen, el calor y la polución no les afecta el buen humor; ni  en medio de este caos reniegan; el positivismo los vuelve pasivos y conformistas para ante el suicidio no sucumbir.
Veo a las mujeres caminando alegremente, se pavonean con sesenta por ciento de las tetas al aire, mueven el culo con estúpido orgullo y  los hombres cumplen con su parte del acuerdo; alimentar su puta  vanidad, piropearlas improductivamente, satisfacer su ego sin beneficio alguno, pues a la casa no las van a llevar.

La gente tiene ojos para odiar, para intimidar, entre el tumulto no te ven a la cara porque únicamente eres un obstáculo en el camino, un objeto para esquivar. Tal vez te miren los que te señalan como un incauto para atracar.
El movimiento de las ciudades, lo que llaman “lo cotidiano” es un monstruo feo y grande al cual temo, pero los individuos que se piensan indestructibles, exentos del peligro no se dejan intimidar… desobedecen las leyes, se meten entre los carros, ocasionan frenazos, insultos, sonidos de corneta, peleas.
Tanto los transeúntes como los hombres al volante me dan miedo. Por esa simple razón atravieso cuidadosamente las congestionadas autopistas y avenidas.
Los medios de transporte, todos, sin excepción, persiguen este cuerpo para lastimarlo, para convertirlo en cadáver o en el suceso sangriento que rompe con lo rutinario del día.
 Si me golpeara un automóvil sé que eso modificaría la monotonía y los alegraría… después de que se escuchase el frenazo del automóvil junto con el golpe seco, una curiosidad morbosa los excitaría y correrían a verme y al mismo tiempo para sentirse más vivos, para burlarse discreta o disimuladamente de la desgracia ajena.
El tumulto de curiosos rodearía mi herido Cuerpo; Las señoras maternales se abrumarían por el joven atropellado mientras que otros con sus celulares me fotografían para luego subir esa imagen a Internet.
Si notan que sigo con vida, agonizando y sangrando, de pronto una ambulancia solicitarían para llevar mi carne magullada hasta el más cercano Hospital … tal vez se desmaye alguien por el charco de mi sangre que ha roto la cotidianidad de sus existencias aburridas.

Las cosas se han unido tácitamente para que los accidentes ocurran, para que alguien salga gravemente lastimado o hasta muerto con la cabeza hecha papilla de sesos, pero la ceguera y una fe absurda les distrae, el miedo, dizque no los toca. 
Lo más adecuado es encerrase, no toparse con la sociedad, la cual se encuentra a punto de desprenderse de las máscaras que constituyen las bases necesarias para que el derrumbe moral no gane la partida y caigamos asesinados irremediablemente en esa ciudad que parece tan limpia para los turistas.

Existencia tras existencia se forma el endeble Mundo en el que no hay relación con los otros...




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