¿Pensaste
en el dolor que te causaría perderme, luego de haberme dado la vida, verme
crecer, tomarme afecto y luego sufrir la muerte de ese hijo que decidiste crear?
¿Y
cuando la muerte llegue, cómo quedarás tú, madre, padre?
Lleno
de objetos, de vivencias, cada detalle de la infancia, de la juventud, cientos
de recuerdos para que sufras la pérdida, la ausencia de ese ser humano que
tuviste siempre a tu lado, al que le diste y con el cual compartiste el día a
día durante más de diez, veinte, treinta, o más años… y de golpe, de improviso se
ha ido, se ha marchado de tu vida, esa existencia tuya que pierde sentido y
valor sin el hijo que añoraste al mundo traer.
Todavía
no soy padre ni madre, pero supongo, que le brindé felicidad, forma, cohesión a
tu existir. Sé que disfrutaste cada pequeño detalle conmigo, cuando aún era un
bebé; los balbuceos, bañarme, vestirme, educarme, darme de comer, cocinar,
alimentar a tu hijo, los abrazos, los primeros pasos, las preguntas inocentes,
las ocurrencias de niño, y todo lo demás que hay entre dos personas que pasan
más de quince años juntas.
¿Y
ahora qué? ... ¿No te preguntas luego de enterrarme?
Volver
a casa, a un hogar que deja de parecer un hogar sin la persona que hacía parte
de él.
Ya
no me verás en la habitación cuando te asomes, al abrir la puerta, ya no me
verás llegar a casa, nunca más escucharás la voz de tu hijo, nunca jamás todas
las cosas a las que estabas acostumbrada y que te daban estabilidad, alegría.
Padre, Madre, aunque quisieras, no puedes olvidar, abandonar, suprimir el pasado que experimentamos. así que, inevitablemente, te sentarás a llorar, dormirás mal, la rabia y la confusión te invadirán, pero nada podrás hacer para remediar, para esconder el dolor que te has causado cuando elegiste amar.
Vuelvo
a interrogarte, ¿pensaste en el dolor que te causaría encariñarte, fundamentar
tu vida en la paternidad? ¿Valieron la pena los momentos felices que mi vida te
dio y ahora atravesar el dolor de verme muerto?
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