El poema del ebrio, patético y fracasado

Jeff Albertson


Miseria que mata, miseria que detiene los ensueños, ponme en un avión a punto de estallar, o lánzame al olvido.
Conformismo y delirantes esperanzas, Mata de una vez las desilusiones, con licor o con drogas, Pero mátalas, envíalas de regreso a la mierda.
Rompe la copa, bebe directo de la botella, y lánzate por las escaleras.
La fe te conduce a muchos lugares, tal vez a los peores.
 
Un respiro necesario para olvidar el dolor en mi vida. No soporto más las cadenas alrededor del cuello; somos los débiles que raspamos la hoja y luego la fumamos.
Dame más licor, dame más alcohol, ponme de rodillas, dolor, ponme de rodillas, vida.
Amigo, tírame la cuerda, sálvame de este inmenso dolor con un poco de Licor.
Soy tan frágil, soy tan estresado sin justificación.
Escucha mi garganta arder, oye mis huesos quebrarse.
Duerme, descansa, muere, camina, detente, compra una botella, ríe, exclama la estupidez, y no te sorprendas.
Hace muchos años era un joven tranquilo y sin sorpresas. Malditas sorpresas, malditas sorpresas.
Pena, penumbra, el faro se ha apagado. Cuando el barco se estrelle, no te sorprendas.
Por favor, calla, habla, protesta, calla, y bebe de la botella.
No te sorprendas de que no haya solución.
Toca las campanas en busca de ayuda. En vano toca las campanas.
Cuando la vida se acaba, échale tierra a tus deseos.
No sé para qué salir a una calle atosigante, donde los niños felices ocupan mi lugar, donde ya no puedo liberar mi tristeza.
Un aspirante a radical ocupa mi Silla. Un farsante, los hippies ocupan mi esquina de ebria salvación.
La torpeza habitual, las palabras inapropiadas, las imaginarias mañanas soleadas.
Siempre huyendo, nunca afrontando las consecuencias. ¿Qué es esto, qué es esto?
 
Contra la pared, contra la purificación.
Recuerda, pequeño inservible, recuerda lo que no eres capaz de hacer, nunca olvides tus fracasos. Cerdo inepto, recuerda los fracasos; Basta de volver a intentarlo,
Ríndete, tira la toalla, cae de la nube de orina amarrilla y despierta.
Llueve y se mojan mis ojos. Llueve y llueve sin escampar en mi corazón.
Desde una gran altura volveré a caer. Volver a caer, tan alto como la lluvia.
Roto, podrido, inútil, resquebrajado el cascarón que me protegía.
Por una honda pena, por una cueva, en la selva me pierdo, en los pensamientos me pierdo, y grito para que las paredes me oigan.
El viento se lleva mis esperanzas, y testifico ante un jurado que solamente sabe declararme culpable.
Culpable de todo, todo para derrotarme. Cada uno de ellos para aplastarme.
Tú puedes conseguirlo, pero no yo puedo. Cada cosa un estorbo, cada uno un delirio de oportunidades irrealizables. Cada uno en el error.
No cambies el tema, no huyas, dame la cara, restriégame la ineptitud de mis acciones.
Un perro llega para morderme, un castor morderá mis piernas.
El ruido, la calma, el vigilante, el ladrón.
El triunfador, el estancado. Los límites inventados.
Las recolectas de dinero, las caminatas hacia la licorera. La fila en la licorera, el producto tan anhelado. El futuro borracho sin memoria.
El ebrio que habla, el ebrio que se enceguece con las feas. El tropiezo, la mano en la nalga ajena, la golpiza.
 
Dime cuándo voy a morir, dime cuándo voy a vivir en serio, dime cuándo iré a ver las cataratas del Niágara, por ejemplo.
Para derramar las lágrimas, tan sólo es necesario recordar a agosto. Para llorar, tan sólo es preciso recordar.
Salta de tu asiento tranquilo, regresa a la época de la depresión, y huye del sol.
 
Ella piensa de nuevo en mí. Un fugaz recuerdo, una sonrisa, una carcajada en blanco y negro.
Lo único que vi fue tu rechazo, lo único que recibí fue tu maltrato. Y el miedo me pone a temblar como un niño en invierno.
No te involucres conmigo, tristeza de la mierda. Hoy no estoy de ánimos para tus mentiras, aunque tampoco mañana.
Y en mi mente permanece un bello recuerdo, Pero en los oídos hay un deseo de no escuchar tu voz.
No tienes nada que decir, nada bueno, y por ello es que no soporto oír tu voz.
Nada para decirme, nada para hacer, todo para gritarme. Sin embargo, No dejes de respirar, en un suspiro di que me amas; no dejes de suspirar, aunque supongo que este es el final de la inocencia, el comienzo de mi decadencia.
Hay una queja, una molestia fuera de lugar, y cuando me embriago no recuerdo cuál es. Por ello es que vivo así. Ebrio para no pensar tanto, ebrio, si señor.
Cartas escritas que me ridiculizan, nunca les debí enviar.
No volveré a palpar el cariño que me enamoró de ti. Y me desvanezco, otra vez.
El teléfono, esta máquina se niega a comunicarnos. ¿Y por qué me sorprende, si tú eres el Silencio y yo la obsesión?
Me desvanezco otra vez, y me esfumo otra vez.
Un cigarrillo que no compartimos, un amor que no compartimos, un trago que no bebimos, unos besos que no repetimos. Unos ojos para no olvidar.
Y me desvanezco otra vez. Ya van saliendo las lágrimas y es el licor quien me ayuda a despertar.
Érase una vez, unos meses maravillosos, pero finitos. Tú eras tan hermosa, tú estabas cerca de mis mejillas.
Grandes ojos que bloquearon mi razonar. A veces tan directa, y otras veces, más fría que la muerte. Nunca jamás una nueva oportunidad.
La tragedia es diminuta, pero aún así, me acongoja, pues nunca cambiarás.  Y mamá ignora la razón de tanto licor. No lo ve, no se da cuenta del peso en mis hombros.
Cocina, y cocina sin mirarme a los ojos llorosos.
 
Díganme por cuánto tiempo dolerá…

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