La religión es mala. La religión es represión





Según lo veo yo, mientras más limpio y metódico se haya vestido el pastor y sus ovejas, mientras más se bañan en perfume, simplemente más porquería es la que intentan ocultar.
 ¡Ay, no, tan decentes que se ven con esa ropa, con esas camisas azules, de cuello firme, de traje y corbata!
El pastor de tu culto, arrea las bestias, qué risa me das, tú eres el animal complaciente.
Esos hombres y mujeres que pertenecen al culto se disfrazan de pulcritud y no comprenden que nada es más putrefacto que un puritano. Los veo como a un enfermo de sífilis, de tuberculosis, que se maquilla para que no descubran en su rostro demacrado la enfermedad que lo habita. Por muy bonito que sea el calzón con que se tapa el miembro, eso no evita que la purulencia le salga verde.
Mientras más larga la falda, mucho más amplia la lujuria debajo de ellas.
El cinturón de castidad mental que les imponen demuestra cuánto control requieren para no caer en tentaciones. No se embriagan no consumen drogas por miedo a desinhibirse y no lo hacen por fuerza de voluntad, es por temor a que les guste lo que llaman la vida decadente. Su debilidad les indica que es mejor no probar.
Yo me embriagó, pero no me descontrolo ni termino desnudo, no me desequilibro, no dejo de ser él yo coherente y recto que conocen, pero cuando un intento de puritano se embriagan, éste pierde la cordura y muestra quién es en realidad.
Fuerte es quién borracho realiza acciones de las que luego no se arrepiente o que no modifica su comportamiento por el alcohol. Al contrario, ya me los imagino, a los súper fanáticos en estado de ebriedad, mostrando sus pasiones ocultas, sus odios reprimidos, sus perversiones nunca admitidas, su vulgaridad escondida.
Luego se dan azotes por lo arrepentidos que quedan por las pecaminosas cosas que hicieron. ¿Qué castigo temerán?
No se drogan o embriagan por que se dirán a sí mismos: si me embriagó, de pronto me lanzo encima de mi compañera, la invito a un baño y allí empiezo a manosearla debajo de la larga falda.
Si me embriagó, pensarán los evangélicos, los testigos de Jehová, seguramente le doy rienda suelta a mi desprecio por la gente y demuestro todo lo que reprimo; me embriago y los insulto... me emborracho y me vuelvo un desastre, un ladrón...
me vuelvo un indiscreto, un grosero, un libertino. Ella se toma las copas de ron o de vino y se le suben los calores, le arde la entrepierna con licor; se pone frenética y su cuerpo se vuelve accesible al roce de las manos y persigue que un pene la penetre antes del matrimonio.
Si los puritanos se emborracharan verían la vida con menos complique, más liberalmente, menos cohibida, exenta de estúpidas reglas.
Si ellos, los fanáticos religiosos, promueven la castidad, la verdad, la humildad, y sobre todo, el no al sexo prematrimonial, no a la infidelidad, no a las bebidas alcohólicas, pues, sinceramente, me declaró en contra de ellos. Rechazo sus principios, me niego a vivir en un mundo sin sexo, sin traiciones, sin mentiras, sin arrogancia, sin guerras, sin licor, sin cervezas.
No, no me interesa ser humilde, o arrodillarme ni sentirme culpable, creer que soy poca cosa en mi condición de ser humano en comparación con un dios; no aspiro a la perfección, no busco una luz ni un camino, no voy a entregar mi vida, no pondré mi vida en las manos de su señor cristo, no deseo recurrir a una fe, a una religión, a una secta para que supuestamente mi existencia cambie.
Los creyentes usan su fanatismo como si de un club social se tratara, ellos, dizque son lo mejor de lo mejor. La raza que sobrevivirá al diluvio, quienes no arderán en los ríos de fuego, los que jugarán golf en los campos Elíseos. El resto, los ateos y no practicantes no entraremos a tan afamado y exclusivo club.
De Cristo se podría decir que su egoísmo es inmenso, dicen que él es el único que abre la puerta, el único que es el camino. ¿Qué pasó, entonces, con los que existieron y murieron antes de Cristo? ¿Qué ocurre con los que creen en Mahoma, en Confucio, en buda, etc.?
¿Esa parte de la humanidad se va las catacumbas, a los infiernos, al limbo, adónde?
¿Qué ocurrió si sus almas o su cuerpo murieron antes de que existiera un Jesús que asegura, según la biblia, la entrada a los cielos?

Mi alegría será inmensa cuando razonen y sepan que ninguno de ellos es el camino al paraíso, que no hay que salvar el alma ni preocuparse por la reencarnación, ni la escala evolutiva espiritual, etc. ¿Cuándo van a aceptar que no es posible ni necesario hallar la perfección, que no hay un cielo ni un nirvana?
Hasta los griegos, los egipcios sostenían esas ideas locas de un mundo mejorado, de una vida después de la muerte. Muy bueno, construyeron las pirámides, pero igualmente creyeron en lo superior, en los dioses, en los mitos.
El animismo ya se superó, pero cuándo se superará lo que ahora creen en con tanta fe y seguridad de no estar en lo incorrecto.
Los mayas, los incas vivieron en el engaño, endiosaron a las estrellas, al firmamento, a los simples planetas, y ahora nosotros sabemos su error.
Mataron vírgenes, sacrificaron animales y personas, creían en el inframundo, etc. Suponían aplacar con ritos la ira de sus dioses, en la actualidad descartamos todo esto, lo tratamos como un mito y me cuestiono, ¿cuándo resultará que cada uno de sus ritos cristianos será visto del mismo modo como miramos el hecho de lanzar gente al volcán con la intención de calmarlo? ¿Cuando el catolicismo se llamará leyenda y no una verdad?

Otro caso de locura religiosa ocurre en la India donde las personas consideran al río Ganges, un lugar sagrado, pero en realidad es un río repleto de muertos mal quemados, de cadáveres putrefactos, de suciedad, de bacterias, pero los Hindúes no lo ven de este modo, para ellos el río posee propiedades curativas y otras mentiras.

Un creyente repleto de fe no protesta contra ninguna enfermedad, pues, lo que ocurre es parte del plan de Dios en el que confía ciegamente. Sufre hasta llegar al punto de rechazar la medicina, no van al médico por qué ir a un hospital o tomar medicina es ir en contra del Dios que lo enferma. El buen creyente no protestará cuando a su madre le dé cáncer, cuando su padre muera. Todo hace parte de la voluntad de su Dios.
Cualquier clase de desgracia pertenece a la divina voluntad, ¿usted comparte esta idea?
Si es así, qué asco. Entonces, desde esa perspectiva, un súper creyente aplaude un terremoto, o un resultado catastrófico. Si el desastre ocurre por voluntad de Dios, ¿debo aceptarlo?... ¿También debo considerar buena a la persona que apuñala a mi madre, siendo de este modo el asesino un instrumento de la voluntad divina?

 Pongamos un ejemplo: una persona se dispone a matar, va por la calle distraído, tanto, que estuvo a punto de que lo atropellaran, pero otro transeúnte lo salvó, sin saber que su buena acción permite ahora que el hombre cumpla con su plan, el cual era, ir a matar a unas personas en un restaurante.
El buen smaritano impide el atropellamiento, pero no los posteriores homicidios. Indirectamente colaboró con la muerte de esas personas del restaurante. No lo olvidez, una buena obra, no siempre es la adecuada.


(Imágenes del Río Ganges en India) 





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