Navidad de los pobres, qué porquería de Navidad




No necesito de Diciembre



No me interesa ni necesito la época de la Navidad, pues no me importan los regalos, ni las luces que en las calles, en las casas y en una variedad de lugares se disponen para, supuestamente, adornar, decorar, poner más bonitas las fachadas.

Yo no salgo a observar ese tipo de cosas ni disfruto de natillas, buñuelos, sancochos (sopa) cocinados con leña; no gusto de escuchar la música popular, parrandera, mucho menos villancicos; esas costumbres no las celebro, no asisto a eso que llaman novenas y donde los adultos y los niños cantan en lo que denominan “pesebre”. Afortunadamente mi casa no la adornan, no cambian los manteles de la mesa con símbolos navideños ni se cuelgan cosas extrañas en la puerta; en la casa no se ponen luces de colores ni árbol de Navidad, nada cambia, todo sigue siendo igual que en cualesquier otro mes del año.
No me arrepiento de nada, no pido disculpas ni me reconcilio con nadie, no hago llamadas estúpidas a seres queridos, no prometo nada ni me propongo metas para el año siguiente, ¿para qué, para luego no cumplir ni la mitad?

No pierdo mi tiempo saliendo a los lugares turísticos, dígase pueblito Paisa, Parque de Envigado, Sabaneta y si digo etcétera es porque no conozco o se me olvidan el resto de lugares y de situaciones que componen las costumbres y tradiciones de los demás...
Qué asco meterme entre una muchedumbre asquerosa para ver bombillos de colores agrupados, aparentando una figura, una imagen específica; o qué tal ponerme en esas de montar en la Chiva, ese emblemático medio de transporte, no gracias, qué pereza y que asco rodearme con un montón de escandalosos, malos borrachos y con música horripilante mientras recorrren la ciudad. 


Yo no necesito comprar ni recibir regalos, los llamados aguinaldos, ni comprar ropa nueva, y si que menos, mostrar, fanfarronear con esa ropa nueva y vestirme con ella en fechas específicas que la gente regularmente considera indispensables para su cotidianidad y para encajar en la sociedad que les dice que si no estrenan ropa, zapatos o lo que sea, están mal, son menos, son pobres, infelices, no encajan dentro de lo esperado por la gente que si le da valor e importancia desmedida a ello.


Yo ,vivo tranquilo sin cada una de esas acciones, ritos, costumbres, folclor, o como quieran llamarlo… intento huir de ese espectáculo espantoso que es el mes de diciembre, en especial en Colombia, en Medellín-Antioquia… donde parece que la felicidad está en el ambiente y los infecta y hasta los engaña, caen en la mentira haciéndoles creer y sentir que son más felices durante esos 31 días del último mes del año, pero en realidad nada ha mejorado, la porquería en sus vidas sigue igual, es una simple ficción de la que la mayoría participa con fervor y no es que ser feliz es malo… no, yo no afirmo eso, pero sinceramente, la gente es muy fastidiosa en navidad…. Ruido, pólvora, demasiada gente en las calles, sonrisas y amabilidad sumamente sospechosas….

Afortunadamente no voy de visita donde mis familiares ni ellos vienen a estorbar por aquí.

No nos reunimos los primos, ni los tíos, las tías, los abuelos y así es mejor, menos conversaciones por realizar y menos hipocresías, menos comida para preparar, menos desorden para limpiar, menos platos sucios, menos situaciones incómodas que aguantar por culpa de su llegada.
Prefiero la soledad, cada quien en su sitio, en su espacio, en su hogar, sin fastidiar ni comprometer a nadie.



Mi cuestión aquí es decir que, ninguna de esas acciones y modificaciones que suceden en diciembre son primordiales, esenciales; este mes yo lo vivo con normalidad, tranquilo, sin sobresaltos, sin necesidades inventadas e innecesarias…. Lo más lejos posible de las tradiciones.



Me importa un culo Santa Claus, Papá Noel, el niño Dios,  sin fiestas de 24 y 31 de diciembre, sin encender velas el siete y el ocho de respectivo mes, sin cantar villancicos, sin ir a primeras comuniones ni matrimonios, ni nada relativo a la religión… como dije antes, yo no consumo ni natillas, buñuelos, pavos, comida cocinada en la calle, no hablo con los vecinos, no soy hipócrita con la vecindad, no doy abrazos, no doy felicitaciones por el año, no quemo mis ollas ni tengo ollas de gran tamaño para cocinar con otros y para otros, lo que sin problema podría cocinar en mi estufa, en mi cocina a gas en vez de usar leña.

Y no es que sea un amargado como muchos pensarán, al contrario, mi vida es tan tranquila y soy tan alegre y satisfecho que no busco ni requiero ninguna de esas emociones que la gente encuentra en la navidad… para estar contento. A veces pienso que, mientras más música escuchan, mientras a mayor volumen ponen la música, se demuestra cuánto les falta eso o bailar para huir de su tristeza; y parece que es diciembre esa mentira, esa verdad a medias, esa farsa temporal que se apodera de su mundo, de la ciudad, del barrio, el mes que les permite soñar, auto-engañarse, fingir que no son unos tristes desgraciados, los mismos seres humanos con falencias, con una vida normal, con sus pros y sus contras.

En pocas palabras, para mí no existe la navidad porque no la disfruto como tal… no llevo a cabo esas acciones que se suponen debo realizar para vivirla al máximo. No soy partícipe de su locura colectiva, pero allá ustedes que si se llenan del ambiente decembrino como si no hubiese nada tan espectacular en el mundo.
En los niños podría incluso entender su emoción, pero no en un adulto.
Pero felicitaciones por ser tan influenciables y tan normales que, seguramente se suicidarían si esta festividad no existiera y les permitiera desahogar sus penas y dejarse llevar por un aparente ambiente de paz y de alegría.

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